martes, 26 de febrero de 2013

Artemisa (+40)

Miramos al cielo.
Mirar al cielo es mirar algo siempre por primera vez, pues parecido no es lo mismo, dicen. Será entonces su permanente novedad lo que nos cautiva? O también su inmensidad y nuestra pequeñez,  lo inalcanzable, la distancia tremenda de sus elementos. Cielos para todos los gustos. Cielos cobijadores, celestes, plomizos, tachonados de estrellas, con luna y sin luna. Cielos revueltos, con prisas de nubes en carrera, con nubes engordando unas sobre otras. Cielos pintados, trallazos de colores imposibles perpetrados por algún loco pintor anónimo. Cielos evocadores. Cielos en solitario y cielos compartidos. Cielos de distintos hemisferios y aún así el mismo cielo. Otra cosa es cierta y es que desde que el hombre dirigió su mirada hacia él, ya no dejó de hacerlo. Y proyectó su alma y sus dioses, sus temores, sus preguntas e intentó conocerlo. Y la fascinación continúa  como el primer día. Lo he visto en la mirada de mis hijos, adquiriendo profundidad y llenándose de maravilla y asombro al mismo tiempo.  Hay veces que miramos al cielo aunque en la realidad tenemos un techo sobre nuestras cabezas. No importa. Estamos mirando nuestro cielo interior.

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